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  • Foto del escritorMayrautora

Inocente palomita que te dejaste engañar

¿Siempre la verdad y solo la verdad?

En Hispanoamérica cada 28 de Diciembre se acostumbra hacer bromas a los demás con noticias falsas o exageradas, tanto en redes sociales, medios masivos de comunicación o de forma directa, para después burlarnos de que nos hayan creído la broma con la frase “inocente palomita que te dejaste engañar”.


Y eso es justo lo que más me inquieta: que alguien con la mano en la cintura, me mienta en la cara con una facilidad que ya raye en el cinismo. Muchos dicen que mentir es mentir, no importa si la mentira es para esconder una infidelidad o para cubrir una moneda de 5 pesos que te encontraste y no devolviste. Otros opinan que “qué tanto es tantito”, y que las mentiras no son correctas pero a veces son necesarias y las llaman “mentirillas piadosas”.


Yo opino que ambas posturas tienen su razón, y que si bien, una vida con total honestidad es inoperante y dificulta mucho la convivencia, mentir por deporte y con toda la mala intención de lastimar, pues nada más no va.


Metimos para evitar un castigo, para ganar una recompensa, para proteger a alguien, para obtener reconocimiento, para salir de un momento incómodo, para mantener la privacidad… o deliberadamente para manipular a otros y sacar ventaja de ello, y es justo ahí, donde “la puerca tuerce el rabo”. Se entiende la mentira cuando no pasa de ser una imprecisión por cortesía, desde decir que un platillo estaba buenísimo cuando en realidad estaba saldo, hasta preguntarle a alguien cómo está aunque en realidad sea por un convencionalismo social y no porque realmente te interese la respuesta. Lo que ya en mi opinión excede el límite, es la mentira dolosa, esa en la que la persona usa su creatividad e inteligencia para sacar ventaja y abusar de nuestra confianza y buena fe.


La verdad de la mentira: si mentir es nuestro deporte favorito y lo practicamos de forma descarada todos los días creyendo que no habrá consecuencias, eventualmente pagaremos el costo, desde el sentimiento de culpa y remordimiento por saber que a quién mentimos tomó decisiones porque nos creyó lo que le dijimos y nos atrevimos aun así a mentirle en la cara sin más, hasta el quedarnos solos porque ya no somos confiables para nada ni para nadie. La verdad de la mentira es que… la intención, es lo que cuenta.

La verdad de la mentira

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