Mayrautora
Date permiso
La exigencia y el perfeccionismo
Vivo en permanente castigo a mí misma. No me permito equivocarme, y soy implacable contra mí cuando cometo un error. Y ni hablar de olvidar algo o no prever algún escenario posible... no hay manera de que no estar preparada para solucionar cualquier problema o eventualidad.
Una persona que conocí por primera vez, a los pocos minutos de hablar conmigo me dijo: "se nota que eres muy perfeccionista y exigente contigo misma; se nota en tu mirada y tu expresión triste, luces cansada y molesta, y la verdad si yo te veo en la calle ni te saludaría"
Enmudecí y las lágrimas brotaron al instante. No culpo a esta persona por no querer ni saludarme... quien querría estar cerca de alguien con una energía tan densa y negativa.
Cargo con la imagen de ser "ejemplo", con muchas responsabilidades, con muchas expectativas, con mucho peso que va en aumento a cada instante. Cada día me pongo una armadura de exigencia, de una reputación de "la fuerte", "la mayor", "la inteligente", "la que todo lo puede", "la que siempre resuelve". Siempre cargando con el mundo a cuestas, siempre cediendo a la presión y a la exigencia.
Nunca me he dado permiso de fallar, de renunciar, de no ser buena, de pedir ayuda, de aceptar que no puedo con todo. Así entonces, es obvio que el desgaste me está doblando y mis cimientos se están cayendo. Es entendible que nadie me quiera saludar cuando me miran por la calle.
El reto es ahora darme tregua, dejar de latiguear mi espalda y concederme permiso de ser "humana".
Darme permiso de fallar, de caer, de equivocarme, de no saber, de no entender, de no siempre tener que dar y aprender también a recibir.
Hoy me concedo permiso de recostarme en el piso y mirar el techo, de poner una película que a mí me guste, de levantarme tarde de la cama un día, de escuchar mi música preferida a todo volumen, de bailar descalza, de ser como soy, de ser lo que soy, de amar a la que soy...

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